“Yo quiero que mi hijo respete la figura de la mujer, por ejemplo, viene conmigo a las citas en el ginecólogo”. Así una madre nos indicaba su intención de inculcar a su hijo valores como el respeto a la mujer y evitar que desarrolle conductas machistas. Pretende educarlo en la igualdad.

Sin embargo, ella va sola a la compra, ella cocina siempre, ella recoge la mesa siempre, ella se encarga de los hijos siempre, ella trabaja igual que su marido, ella se encarga de la casa, su marido vuelve del trabajo y se sienta en el sofá a ver la televisión con una cerveza. Y, sin embargo, que su hijo la acompañe a esas actividades no cambiaría, a penas, nada. Lo más efectivo sería que ambos se turnaran para hacer todas las actividades y que su hijo los acompañara a ambos a todas alguna vez, mostrándole que son tareas que hacen las personas en general, ya sean mujeres u hombres.

“Cariño voy al médico, es un rollo y es mejor que no vengas”. Una madre ha quedado con sus amigas y no se ve capaz de decirle a su hijo que ella, al igual que su padre, puede quedar con sus amigas para divertirse y salir de fiesta. Su padre sí se lo dice. Ambos, padre y madre, son adultos que necesitan tiempo para sí mismos, puede ser yendo de compras, yendo a un museo, quedando a tomar algo con sus amigos o saliendo de fiesta una noche; ambos son dos adultos con hobbies y relaciones sociales, además de padres. Tampoco deben olvidar que son pareja, es sano que ambos disfruten de tiempo juntos sin sus hijos. Hay que mostrarle que todos tenemos derecho a disfrutar de tiempo para nosotros mismos, del modo que sea.

“¿Quién te llama?”, “Llegas un poco tarde”, “No has comprado lo que te dije”, “Tus amigas salen demasiado de fiesta, ¿no?”, “No haces nada bien”, “No te pongas esa falda, es muy corta”, etc. Frases que en muchos oídos suenan totalmente normales, frases que podrían llegar a salir de nuestros hijos sin darnos cuenta. Pero es muy posible que haya otras que ya hayan integrado: “esto es cojonudo”, como algo bueno; “esto es un coñazo”, como algo aburrido; ella es puta, pero él es un gigoló; ella es una zorra, pero él es un ligón;… y así muchos más ejemplos de palabras comunes que la mayoría tenemos en nuestro vocabulario, expresiones sexistas que podemos cambiar.

Como estos, podríamos recurrir a más situaciones sociales en las que el machismo convive con nosotros. Así, no es de extrañar que, en 2017, según el Centro Reina Sofía, el 27,4% de los jóvenes de entre 15 y 29 años creía que la violencia de género es una conducta normal en una pareja, mientras que el 21,2% consideraba que es un tema politizado que se exagera.

Es más fácil educar a un niño que en adulto, por lo tanto, es sumamente importante transmitir a nuestros hijos el respeto por la figura de la mujer, igual que por la del hombre. Esto va más allá de repartirse las tareas de manera equitativa, así como los roles que marcan las normas en el hogar; también hay que cuidar el lenguaje que empleamos delante de los niños, aunque no nos dirijamos a ellos; y enseñarles que una persona, por ejemplo, una mujer no es sólo madre cuando ha tenido un hijo… sigue siendo hija, hermana, novia, profesional, amiga, etc.

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