Es un hecho que nuestro comportamiento tiene un impacto, mayor o menor, en otras personas. Por lo tanto, cabe pensar que los padres serán las figuras que más influencia tendrán en el comportamiento de sus hijos.

Baldwin ya nos presentó un modelo en los años 40, Schaefer casi en los 60 lo rediseñó y Craig en el 97 los describió más detalladamente, siendo su modelo probablemente el más conocido. Siguiéndole, de cierta manera, podemos encontrar cuatro estilos parentales principalmente: democrático, paternalista o sobreprotector, autoritario y negligente. Se distinguen principalmente por el grado en que presentan dos características: control/exigencia y afecto/diálogo.

Antes de seguir, debemos tener en cuenta que ninguno de los estilos es estanco y que nos podríamos encontrar entre dos de ellos. Además, muchas veces, ni siquiera ambos progenitores presentan el mismo. Para que nos hagamos una idea y, ya que una imagen vale más que mil palabras, quedaría representados así:

El estilo democrático se caracteriza por presentar exigencia y sensibilidad en igual medida, de manera progresiva alienta a sus hijos para que vayan logrando su autonomía. Del mismo modo, tiene reglas flexibles y mantiene una comunicación abierta con sus hijos; esto quiere decir que la disciplina es inductiva, se explican los propósitos de las normas y están abiertos a las posibles argumentaciones que surjan al respecto. Las consecuencias por traspasar algún límite son razonables y ejercen un control firme. Esto se traduce, generalmente, en hijos con más confianza, autocontrol, rendimiento escolar y autoestima.

Brevemente podemos comentar también los otros tres estilos.

En el caso autoritario, la comunicación y flexibilidad desaparecen; los castigos suelen ser severos y la disciplina está basada en el poder del adulto. Los hijos suelen ser o bien pasivos y dependientes, o bien rebeldes y agresivos.

Un padre o madre negligente no pone ni límites ni da muestras de afecto. En general prestan poca atención a sus hijos. Si, además, los padres son algo hostiles; los hijos pueden mostrar impulsos destructivos y conductas delictivas.

Si los progenitores son mayoritariamente sobreprotectores, las muestras de afecto serán muy positivas y, aparentemente, la comunicación será fluida. Sin embargo, a la hora de hacerse con el control tendrán problemas. En general, los hijos no son capaces de respetar los límites y, en algunos casos, pueden mostrar conductas de superioridad sobre otros niños.

Sin olvidar que esto son orientaciones, sí que debemos ser conscientes de cuánto podemos llegar a influir en nuestros hijos y en que luego serán ellos los que reproduzcan estos estilos parentales con sus propios hijos.

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