La digitalización educativa ha llegado para quedarse, generando debates y controversias en torno a su impacto en la enseñanza. Mientras algunos argumentan que esta nueva era tecnológica es una estafa que trivializa el conocimiento, otros defienden que es la panacea que revolucionará la forma en que se aprende y se enseña.
Hace unos días se hacía viral un artículo en el que se informaba del retroceso de las escuelas en Suecia respecto al uso de pantallas y la vuelta a los libros de texto. La ministra de Educación, Lotta Edholm, ha pospuesto la estrategia digital en las escuelas y ha destacado la importancia de los libros de texto, afirmando que tienen ventajas que las tabletas no pueden reemplazar. Aunque no se eliminará el uso de pantallas, el énfasis se pondrá en el papel y se buscará reducir el tiempo de exposición a las pantallas. Suecia ha experimentado una disminución en la capacidad de lectura de los estudiantes, y el gobierno planea invertir en el desarrollo del lenguaje, la lectura y la escritura, así como garantizar un libro por alumno y por asignatura. Además, se ha creado una comisión para analizar la carga burocrática de los profesores y permitirles enfocarse en su labor docente.
Este mismo artículo hacía referencia al informe PIRLS, un documento relativamente nuevo para la mayoría. El informe PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) es un estudio internacional que evalúa la competencia lectora de los estudiantes de cuarto de primaria. Se lleva a cabo cada cinco años y proporciona datos comparativos sobre el rendimiento de lectura de los estudiantes de diferentes países. El informe PIRLS se utiliza para medir la calidad de la educación en lectura y comprensión lectora, y permite a los países identificar fortalezas y áreas de mejora en sus sistemas educativos. Los resultados del informe PIRLS se utilizan para tomar decisiones educativas y desarrollar estrategias para mejorar la enseñanza de la lectura a nivel nacional e internacional.
Pues en la cola. Por mucho que nos pese, en estas áreas rara vez vamos en cabeza. Muestra de ello es que países como Suecia ya están dando marcha atrás ante medidas que han visto perjudiciales para sus alumnos, mientras España todavía está intentando implementar esas medidas en todos sus colegios.
Sin embargo, algunos os preguntaréis, “pero eso es en Suecia, España es diferente”. Pues… no tanto, mirad nuestra puntuación antes de que empezara el “boom” de la digitalización educativa:
Es en este punto donde, desde RMind, os tenemos que decir “¡Os lo dijimos!”. En nuestro centro llevamos viendo las señales varios años ya. ¿En qué? En la calidad de las redacciones desde 3º ESO hasta 2º Bachillerato, en la comprensión de los enunciados más simples desde 4º educación primaria (os recordamos que la mayoría de currículums educativos dan por finalizado el groso del proceso lecto-escritor en 3º EP), libros que antes se recomendaban para 12 o 13 años que ahora se recomiendan para 15 o 16 años…
Justo hoy escuchábamos en la radio “las nuevas tecnologías no son buenas ni malas, eso depende del uso que hagamos de ellas”. Sí, pero no. Para saber qué uso es el adecuado hay que estar formado, hacer investigaciones, comparar resultados y, sobre todo, tener la madurez y la suficiente responsabilidad como para tomar la decisión de ese uso que se debe o no hacer. Igual que podemos prestar a nuestro hijo el coche una tarde, pero no le regalamos las llaves para que se lo quede y haga un uso indiscriminado de él, tampoco podemos regalarle un móvil (un ordenador, una televisión, una consola, unos videojuegos…) y esperar que haga un uso comedido y responsable del aparato.
En cuanto a la escuela, se acabó el leer, subrayar, resumir, usar el diccionario, mantener la atención… en seguida está el traductor, Wikipedia, la RAE, el corrector ortográfico (si tenemos la suerte de que lo tengan activado), la atención que se va al solitario o a YouTube,…
No se trata de erradicar las TIC, es absurdo, pues las necesitamos en nuestro día a día, para todo. Sin embargo, no puede girar la vida a su alrededor. Debemos encontrar el equilibrio, dejarnos aconsejar, no perder de vista a los países que van por delante… ya que no somos los primeros, al menos, aprovechémoslo y cambiemos el rumbo, sin tener que cometer el error completo en el que han caído los que van en cabeza. El problema no está en errar, sino en intentar disimular que no lo hemos hecho.
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