La educación actual no llega a todos lados y ese «apoyo escolar extra» cada vez es más común en muchas familias. Esto provoca que los profesores particulares dando clases en casa del alumno se haya convertido en algo cada vez más común, siendo una tirita para muchos padres que no dan abasto.

Muchos estudiantes, algunos incluso antes de terminar bachillerato, comienzan a dar clases particulares en casa de sus propios alumnos logrando cubrir algunas de las necesidades que tienen esos niños y logrando obtener unos “ahorrillos” para su día a día.

En muchos casos, es suficiente y los profesores particulares a domicilio van obteniendo experiencia y aprendiendo por medio del ensayo y error, pero cometiendo errores que pueden llegar a complicarse y convirtiéndose en situaciones que necesitan ayuda más profesional. Llegado el caso… ¿seríais vosotros o vuestro profesor particular capaces de detectarlo y actuar en consecuencia?

Hace unos días, alguien de confianza nos ofrecía dar clases particulares a dos hermanos en diferentes cursos de la ESO en su propia casa. La situación era la siguiente: el profesor particular que habían tenido años anteriores, sólo durante el presente curso, no iba a poder prestarles su servicio este año; los alumnos, en principio, requerían un par de horas de clase a la semana para matemáticas, física y química, principalmente; en época de exámenes podían llegar a necesitar hasta 8 horas en una semana; ambos estudiaban y hacían los deberes con su madre, quien era la que regulaba la frecuencia de las clases y quien buscaba alguien de confianza para que cubriera dichas clases en su domicilio este año.

En principio es una situación relativamente común en muchas casas: el adulto que estudiaba con los niños ya no puede resolver todas las dudas y sólo para eso busca alguien que lo ayude. Muchos nos podríamos preguntar ¿y? ¿cuál es el problema? ¿no han encontrado un buen candidato? Bueno, pues si nos adentramos un poquito más, podemos hacernos otro tipo de preguntas y plantear hipótesis, a sabiendas de que aún no tenemos toda la información.

Este primer hecho, nos llevaría a tener una entrevista con ambos padres y ambos niños, necesitamos más información para poder crear un plan de actuación concreto, un “traje a medida para cada alumno”. Puede sonar excesivo el hecho de querer recabar más información, pero las necesidades de esos dos niños van más allá de un apoyo escolar “extra” y lo que vamos a plantear a continuación son sólo hipótesis que podríamos confirmar o no con dicha entrevista.

Probablemente, la madre (desconocemos cómo actúa el padre) carga con la responsabilidad de los estudios de sus hijos, evitando que ellos se hagan cargo de ella y exigiéndoles X resultados.

Es posible, que la atención que reciban de su madre esos niños gire en torno a los estudios, lo cual dificultará la relación. ¿Qué padre no ha discutido nunca con sus hijos sobre los estudios? Lo académico forma parte de la vida de nuestros hijos, pero no son meros estudiantes, son mucho más.

Los niños, no saben programarse y se les acumula el trabajo para justo antes del examen. Es posible, que sin el profesor particular y sin su madre no hagan prácticamente nada. Se han vuelto dependientes en ese aspecto.

Sabiendo que son hipótesis sin confirmar, pues en este caso nunca llegamos a tener dicha entrevista y por lo tanto podría haber otras dificultades: comprensión lectora, memorización, hábito de estudio, etc. Dificultades no demasiado elevadas y que, por lo tanto, no les han impedido ir pasando de curso y que no se han trabajado de manera adecuada. Sabiendo esto, la mayoría de los profesores particulares a domicilio trabajarían de la siguiente manera: irían a casa del alumno, le explicarían de nuevo aquello que no hayan entendido en el colegio y harían los deberes con ellos. Algunos les mandarían algún ejercicio extra que, si el niño tiene tiempo y/o supervisión haría y sino no.

Quizás, y sólo quizás, esos niños necesiten sacar la parte académica fuera de casa. Quizás necesiten profesores dotados de herramientas y experiencia para que los acompañen en el proceso de aprendizaje, no debemos olvidar que es su proceso y no el nuestro. Quizás esos padres (la madre) tengan también unas necesidades, un profesional que coja el peso de la responsabilidad de los estudios de sus hijos, un profesional que sea capaz de ir dándoles poco a poco esa responsabilidad a los niños de nuevo. Quizás, necesiten que alguien les enseñe a programarse, ya que el colegio lo exige, pero nadie les muestra cómo hacerlo. Quizás esos niños necesiten ver que pueden hacerlo solos y para ellos sea más necesario un aprobado por sí mismos que un notable con ayuda, para que vean que son capaces y el aprobado lo conviertan ellos solos en la nota que quieran. Quizás necesitan que la motivación no sea que se lo exigen en casa, sino que ellos quieren alcanzarlo. Quizás las conversaciones en casa deban hablar de qué han hecho en el recreo o qué han hecho sus padres en el trabajo, de cuál va a ser el menú de esa semana o qué van a hacer todos juntos el fin de semana.

En esto casos, es posible que los padres escuchen cosas que no quieran oír, es posible que se requiera trabajo en equipo, es posible que quien intente dar ese “más que apoyo extra” se tenga que reunir con el tutor del alumno del colegio, es posible que requieran algo más que un profesor particular a domicilio. Porque, ¿de verdad creen que esa persona que va a darle clases a sus hijos, en caso de que sea necesario, va a ver esas necesidades y va a saber cubrirlas?

Ahora podemos pensar que a mí hijo le va bien así, ¡por supuesto! No podemos generalizar, sería un grave error. Pero no crean que ese servicio es más barato, que los desplazamientos a un centro de apoyo no merecen la pena, que esa persona siempre dedica el tiempo suficiente a preparar las clases con su hijo y, mucho menos, que sabrá cubrir todas sus necesidades.

Porque en la mayoría de las ocasiones, ese servicio es más caro del que en realidad necesita el alumno (¿acaso las clases particulares o las magistrales son la única opción?); además de crear dependencia del profesor que luego no está durante la realización del examen, minando la autonomía del alumno, así como su motivación y aumentando su frustración. El tiempo en los centros de formación es más eficiente que en la casa del alumno, por lo que el desplazamiento merece la pena. Los profesionales en el centro se dedican a ello, no están en la situación de “si mi carrera universitaria me lo permite dedicaré tiempo a preparar la clase”, su objetivo es ayudar al alumno a alcanzar sus metas; además de contar con el apoyo de un equipo multidisciplinar que los respalda.

No hay una fórmula mágica que haga que los niños saquen un 10 en todas las asignaturas, es más, aunque no nos guste… la realidad es que tampoco tienen por qué sacarlo. Debemos recordar que esas calificaciones no determinan el tipo de persona en el que se van a convertir ni el tipo de futuro que van a tener. Nos preocupa que no accedan a una buena carrera o no tengan un buen trabajo, pero nada de lo que hagamos garantiza… nada. Personas como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Steve Jobs, Li Ka-shing (dejó la escuela a los 15 años y es el 8º más rico del mundo) o Amancio Ortega; entre muchos, no terminaron sus estudios, algunos ni el colegio. Las calificaciones de una educación que no ha evolucionado en los últimos 50 años no son reflejo de nuestros hijos, no nos empeñemos en ello.

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