El otro día leía un artículo de la BBC sobre el uso de las nuevas tecnologías por parte de los niños que concluía “Quizás, al final, [los niños] sólo quieren disfrutar de la tecnología de la misma forma que lo hacen los adultos” y no pude evitar pensar “¡Ah!, ¿pero es que los adultos disfrutan de manera sana? ¿es que estamos en el mismo punto de desarrollo?”. Hablando de este tema con diferentes personas, empezaron a surgir preguntas: ¿Cómo lo hacían los padres hace, a penas, diez años? ¿Está afectando al desarrollo del cerebro de los niños? ¿Qué se están perdiendo? Realmente, ¿qué les estamos enseñando?

El tema del uso de la tecnología y los niños puede mantenernos horas y horas debatiendo. Podríamos empezar hablando de la tecnología en el cole, luego seguir con el uso de esos mismos aparatos durante el resto del día, comentar los diferentes estudios que hay actualmente y que ninguno puede asegurar qué efectos habrá en el futuro por el simple hecho de que esos niños aún no han crecido, llegaríamos a que uno de los problemas es el currículo escolar actual y otro la jornada laboral tan extensa que tienen los padres.

Sin embargo, vamos a intentar centrarnos en lo que sabemos seguro y qué hemos ido viendo las personas que nos dedicamos al mundo de la educación.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que el cerebro de un niño no está preparado para los conceptos abstractos; sino que aprenden tocando y manipulando, empezando por elementos simples e individuales para luego ir generalizando. Si a esto añadimos, que en función del tiempo que pasan los más pequeños con estas nuevas tecnologías hoy en día, se calcula que aquellos que nazcan hoy habrán empleado un año de su vida al llegar a 7 añitos en mirar una pantalla; quizás sea prudente hacernos ciertas preguntas y analizar el tema con cuidado, antes de decidir si es positivo o negativo.

Sabiendo esto, hay cosas que con una simple observación ya se pueden ir viendo. Aquellos niños que, por la razón que sea, pasan tiempo delante de las pantallas tienden a buscar más la atención de los adultos que la de sus iguales, la mayoría de sus conversaciones giran alrededor del contenido que han visualizado, casi todos sus juegos simbólicos se basan en reproducciones de lo que han observado en una pantalla, su atención se mantiene menos en el tiempo, etc. ¿Por qué?

  • Las tablets y smartphones tienen tantos estímulos, que su cerebro se acostumbra y cuando se enfrentan a tareas con menos estímulos (y que además requieren más trabajo por su parte que el simple hecho de observar) pierden la atención.
  • El abundante material del que disponen en estos aparatos provoca que no finalicen lo que están haciendo, nadie obliga a un niño a terminar de ver una película o una partida de un juego, por lo tanto, mucho menos querrá acabar otro tipo de tareas.
  • Sus oportunidades de crear desaparecen. Las historias, los cuentos, las posibilidades,… vienen dadas por la tecnología, los momentos que pasa el niño consigo mismo disminuyen.
  • Esto nos lleva a que sean poco tolerantes a sentimientos como el aburrimiento. Son mucho más impulsivos y tienden a querer las cosas “aquí y ahora”.
  • De cierta manera, influye en su comunicación. El tiempo que pasan con los adultos que les rodean, con sus iguales y con ellos mismos disminuye; por lo que sus habilidades sociales, aunque sea mínimamente, se ven afectadas.
  • Los contenidos que se les presentan están llenos de estereotipos y suelen tener el formato acción-recompensa, es justo a eso a lo que se acostumbran.
  • Estamos provocando que experiencias sensoriales y de aprendizaje se conviertan en algo simplemente mecánico. La primera vez que le ponemos un video a un niño para que coma el puré, podríamos meterle un saltamontes en la boca; está tan embobado que no se daría cuenta. Sin embargo, se acostumbra a no saborear la comida, a no querer comer sin la pantalla, a que sólo tiene que molestar un poco en el super o en un restaurante para que le den la tablet y así esté a lo “suyo”.

En cuanto a la tecnología en el colegio sólo podemos comentar aquello con lo que nos hemos encontrado. Aquellos niños cuyos libros de texto impresos han desaparecido y se encuentran dentro de tablets, tienden a tener una peor caligrafía (tanto niños como niñas, ambos empeoran considerablemente), hasta el punto de no entender ellos mismos qué han escrito. Cometen muchas más faltas de ortografía y tardan más en subsanarlas.

Hasta aquí, se podría intuir de cierta manera. Pero es que también empeora su organización, tanto a la hora de planificarse como a la hora de estructurarse mentalmente. La posibilidad de subrayar y de hacer anotaciones que les lleven a hacer esquemas y resúmenes se ve alterada. Cuando les pides que hagan este proceso, en muchos más casos te encuentras párrafos y páginas enteras subrayadas.

Obviamente se puede usar como instrumento, pero cuidado con todas aquellas experiencias que sustituye. Desde RMind os animamos a que no dejéis que la tecnología sea una herramienta para facilitar vuestras “funciones”, el mensaje que les transmitimos no es nada beneficioso. Por otro lado, os recomendamos que establezcáis límites claros en cuanto a su uso. Sea el aparato que sea, una buena opción es, por ejemplo, acordar con ellos que habrá X tiempo de uso de esta tecnología a la semana (en función de su edad) y que ellos se la administren como quieran; siempre evitando que se use como recompensa.

Y aun con todo, paremos un momento y preguntémonos qué pasaría si nuestro hijo no usase ninguno de estos aparatos (televisión, tablet o smartphone) hasta que tenga, no sé, ¿7 años? ¿10? ¿De verdad creen que no sería capaz de aprender cómo funcionan y de disfrutar de ellos a partir de esa edad? Quizás no se trate de crear un mundo donde no conozcan dicha tecnología, pero quizás debamos pensar con mucho cuidado qué se están perdiendo mientras miran una pantalla.

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